Habiase una vez dos personas, la situación era inestable, una ayudó a la otra, le presto su oído para llorar palabras, sus ojos para mirar el mundo más sereno, su calma para recuperar un sentimiento de seguridad perdido, le prestó su apoyo y le hizo sentirse especial... querido, y lo tomó todo, y al alargar la mano sin percatarse dejó algo.
Minúsculo y pequeño lo dejó olvidado sin echarlo en falta, pero lo que se llevó al marcharse, dejo vacío al que lo daba, y en ese vacío ese pedazo diminuto adquirió gran importancia, en su contexto el era el todo, un absoluto, y así considerado por un tiempo se convirtió en un pequeño gigante capaz de mover montañas, beber mares, era la luna y el sol al mismo tiempo, era perfecto, hasta que se encontró un día con aquello que le dejó olvidado....
En solo un instante se dio cuenta de que solo era una pequeña parte ignorada de lo que contemplaba... insignificante, sintió entonces el gran vacío que le rodeaba, las montañas, ahora inamovibles, permanecieron quietas y lo mares ingeridos se convirtieron en océanos de lágrimas. Se sintió despreciado, rechazado por lo que fue su todo, se sintió sólo por no estar donde debía, por no haber sido reclamado al encontrarse con aquello que un día le dio vida, y sólo por no tener consigo lo que en su día el otro se llevó y podría haberle hecho ahora compañía. Y la soledad se convirtió en desgracia, y el pequeño gigante en un despojo, echando siempre de menos esa parte que tiraba como un imán de el sin pretenderlo, sin quererlo, o sin querer saber que lo quería, que es lo que más dolía.
Después de un tiempo de penar, solo sintiendo y recordando la fuerza del imán, el pequeño gigante secó sus lágrimas y, al parpadear se dio cuenta de que, tras la tormenta de su sentido llanto, las montañas y los mares habían germinado, el vacío no era tal y como antes había sido porque el lo había llenado poco a poco, sin sentirlo. Olvidó entonces el imán y centro su atención en las pequeñas cosas descubiertas en su pequeño mundo, y aún que todavía sentía el tirón, de vez en cuando, cada vez era más distante y resultaba más fácil descartarlo.
Y el pequeño gigante cobró de nuevo fuerza, ahora sabía quien era, descubrió su Yo y eso le permitió volverse de nuevo hacia el imán. Todavía podía sentir esa atracción, pero ahora sabía diferenciar entre lo que era él y lo que fue, ya no se sentía parte del imán, y aún echando de menos formar parte y lo que se llevó, ahora valoraba lo que era y lo que había surgido de la separación y del vacío, algo tan maravilloso como pudo ser, pero con el conocimiento de lo que fue y la capacidad de formarse de nuevo, el potencial de ser mejor y el valor necesario para serlo.
Le dio la espalda rechazando esa atracción, sabiendo que siempre existiría, pues el vinculo existente era muy grande, existencial, pero también con la convicción de saber que no era ya suficiente, solo una sombra del vinculo que en su día hizo manar vida de sus ojos y llenar de nuevo su vacío hasta hacerlo inexistente. Ahora ya no era una parte olvidada de otro, se había fundido con quien le había acogido, adquirido su sustancia y formado un nuevo ser, algo distinto, mejor, y con mucho camino por delante que estaba deseando recorrer.
martes, 17 de marzo de 2009
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